Es abril y estoy en la calle contemplando como el viento te toca la piel,
se pasea con delicadeza por tu pelo,
dejando un mechón enredado en tus labios.
Es extraño como suspiras al aire, lo es aún más cuando contemplas el
cielo y los rayos de sol iluminan tu mirada.
Caminas atada al suelo,
atada al día,
sales de casa para dejar de ver las cuatro paredes que te disparan al
pecho y desordenan la herida.
Me aferro a las esquinas de tu cuerpo, que sostienen mis huesos que a
veces tambalean,
anudas una sonrisa en los labios que conectan tu saliva a mi piel, y es
ahí cuando soy capaz con la destreza de tus manos escribir mil historias
de desorden y equilibrio,
quedarme en silencio,
sentarme a pie de luna y ver como tus horas se enredan con las mías.
Este es el mundo que compone las melodías de tus huellas y viste tu
cuerpo de ganas, es este abril donde los besos florecen en la oscuridad,
te reinventas en sus espinas y reconstruyes en el tacto
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