Olvidarnos del mundo y quedarnos mirando como nacen los días en las esquinas del sofá,
desafiar las horas,
revolcarnos en la incertidumbre del futuro,
vivirnos hasta desgastarnos los huesos,
hacer del silencio un idioma de caricias,
mudar la piel en cada estación,
quitar el peso de nuestra espalda y dejar huellas clavadas en el asfalto como señal de libertad.
Correr lo más lejos que nos lleven las ganas,
soltarnos en la oscuridad del cielo mientras el tiempo pasa,
disfrutarlo y exprimirlo hasta quedarnos sin aliento.
Mirarnos al espejo y de vuelta un guiño de ilusión que complemente la vida,
la llene de pasión,
de garra,
de color en la oscuridad,
de abrazos eternos,
volvernos adictos a vernos felices y soñadores.
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